lunes, 12 de septiembre de 2011

Camino al desaliento












Mara veía resignada como Juan hacía las maletas. Aparentaba tranquilidad pero en su interior todo su ser era un mar de dudas. Tenía una mezcolanza importante de sentimientos, bueno y malos, todos unidos. Era normal, nunca se había visto en esta situación hasta el día de hoy.
Llevaba varias semanas intentando asimilar la situación y creía que más o menos la tenía, pero hoy, cuando por fin llega el día, algo en ella se niega a que esa sea la realidad de Juan.
Juan la mira de vez en cuando. Tiene el semblante serio, sabe que el camino, al menos durante los próximos meses va a ser duro. Va a tener que estar solo sin el abrigo de Mara, sin su voz, sin su presencia. Prefiere no pensar demasiado en ello, aunque es optimista y se ve capaz de desenvolverse bién.
Posiblemente lo que peor lleve sea el estar solo al llegar a casa, no oir ni una sola voz, ni un solo ruido, solamente, el que pueda venir de la calle y no será mucho ya que se va a un lugar bastante tranquilo, un pequeño pueblo alejado de la ciudad.
-Voy a echarte mucho de menos. Entrar en el cuarto y verlo sin vida me va a costar.- dice Mara.
-Ya... lo sé... pero sabes que no hay otra cosa y tengo que ir. Yo también preferiría quedarme pero las cosas no se pueden demorar más.
Mara asiente resignada con la cabeza.
-Juan, abrígate bien cuando salgas a la calle. Ya empieza a refrescar y mira por el dinero por favor, que igual que viene se va. Ya sabes lo que te pasó la otra vez.
-Lo se, no te preocupes. Esta vez seré mas prudente.
Juan termina de hacer las maletas.
-¿Llevas la cartilla del médico?.
-Si.
-¿Y los guantes y la bufanda?, ¿los metiste en la maleta?.
-¡Que sí, tranquila!.
-¡Uff! ... sí, ya sé que soy una pesada pero no quiero que te olvides de
nada, que no puedes dar la vuelta.
- Lo tengo todo - dijo Juan armándose de paciencia.
Una vez hechas las maletas, Juan se vuelve para mirar su habitación, intentando controlarlo todo para que no halla ningún olvido desafortunado. Coge a Mara por los hombros y salen al pasillo.
Empieza entonces el ir y venir de bolsas y maletas, entradas y salidas de la habitación para meterlo todo en el coche.
Mara respira hondo, intenta sonreir, no quiere que note lo mucho que le cuesta separarse de él.
-Bueno, ya está-dice Juan con aire triunfal.-Es hora de irse.
-Sí, conduce con cuidado, te quedan unas cuantas horas de camino. No tengas prisa, que nunca es buena consejera. ¿Has metido un parágüas en el coche?.
-¡Ay no! ... ¡Que haría yo sin tí!- y se echa a reir.
-Venga, métete en el coche ¡yá!
Los dos se miran, saben perfectamente lo que significan esas miradas. Juan sonríe, quiere que lo vea irse así, Mara intenta controlar el nudo que se le está poniendo en la garganta y que anuncia un mar de lágrimas.
Se dan un beso y un último adiós.
-Mamá, estate tranquila, estaré bien. Cuando llegue te llamo.
-Vale cariño, se que serás fuerte y podrás con lo que te echen.
Mara quería infundirle ánimos pero sabía perfectamente que donde iba no le resultaría precisamente un camino de rosas.
Un último beso antes de la partida.
Juan se va, a enfrentarse a la vida. Mara vuelve a sentir ese mar de dudas y se repudia a si misma en ese momento por no haber podido darle un mundo mejor.