sábado, 31 de marzo de 2012

Por ellos













Nací pobre, por circunstancias de la vida casi no podía ir al colegio, ese, solo era un privilegio de las niñas-bien, así que soy poco más que analfabeta. En casa éramos una multitud pués mis padres tuvieron diez hijos, así que yo me vi siempre rodeada de niños, con sus travesuras. Fué una etapa dura de mi vida pero de la que guardo gratos recuerdos, claro que... solo duró 15 años de mi vida, lo justo hasta que mi mamá muriera, se murió por no tener medicinas suficientes que curaran sus pulmones y una neumonía se la llevó para siempre. Esto fué un mazazo para todos nosotros ya que aunque éramos muy pobres, mi mamá nos hacía sonreir siempre.
Mi padre creo que nunca lo superó, y digo creo porque a los pocos meses de morir mamá nos abandonó a mis hermanos y a mí. Nunca más lo vi.
Como pudimos salimos adelante, los más mayores entre los que me encontraba yo, que era la segunda, trabajabamos en pequeñas cosas que no daba para mucho pero al menos, podíamos comer una vez al día. Reconozco que alguna vez robé, me colaba por la noche en algún huerto y cogía alguna lechuga, algún tomate, en fín, cualquier cosa que se pudiese comer aunque fuese nada más que hervido. A mi hermano una vez le tocó la lotería con un señor al que ayudó en la calle, este señor estaba a punto de ser agredido por dos mocosos de poco más de 12 años que intentaban quitarle los paquetes que llevaba, él en agradecimiento le dejó que escogiera entre lo que llevaba lo que quisiera y mi hermano cogió una docena de huevos. ¡Menudo festín!. Nunca más volvió a verlo. ¡Una pena!
Nuestra vida transcurría llena de miedos, soledades y hambre, mucha hambre.
Cuando contaba con 17 años, una tarde una monja se acercó a nuestra chavola, había oido hablar de nosotros. Me dijo que había familias dispuestas a adoptarnos, nos separaría eso si, éramos demasiados niños pero al menos estaríamos atendidos y no pasariamos calamidades. Mis hermanos, los pobres, que pasaban mil y una necesidades estuvieron de acuerdo, así que todos fueron adoptados, incluso mi hermano mayor, con el que me llevaba diez meses, aceptó. Todos aceptaron menos yo. No me veía en una familia que no era la mía. El recuerdo de la sonrisa de mi madre aún me dolía y el abandono de mi padre, aún me martirizaba, asi que me quedé con la monjita y ella cuidó de mi hasta que con el paso del tiempo, conocí al que después sería mi marido.
Con él tuve, se puede decir una buena vida, mi marido tenía trabajo, así que no nos faltaba el diero y yo tambien hacía algun trabajo esporádico en casas que necesitaban de vez en cuando para alguna fiesta gente para servir o limpiar.
De vez en cuando visitaba a la monjita que había cuidado de mi y un buen día la acompañé a un barrio pobre, muy pobre, se me desgarró el corazón, allí no había ni la más minima noción de higiene, los niños estaban sucios, famélicos, algunos enfermos, tirados en un jergón en el que apenas estaban abrigados. Algo se me revolvió dentro.
Empecé a visitar a Sor Virtudes todas las semanas y llevaba comida.
Mi marido tenía una especie de cobertizo en el que se amontonaban herramientas y trastos, hablé con él y le dije que porque no hacíamos algo por esos niños. Recordaba perfectamente el dolor de estómago rugiendo pidiendo algo para comer. -"Podíamos hacer un pequeño comedor", él me contestó que sería complicado, que tampoco nos sobraba el dinero pero yo le convencí, entre un poquito que pusiera él y mis pagas podríamos hacerlo y así lo hice. Cuando junté 100 euros fuí al mercado y traje lo suficiente como para que al menos 40 niños pudiesen comer. No tenía mobiliario pero a ellos no les importaba sentarse en el suelo. Con el tiempo, fuí pidiendo ayuda por las casas, mercados y tiendas. En una casa recuerdo que me dieron una mesa y dos sillas, en la primera tienda, me dieron 6 litros de leche. En el mercado me dijeron que pasase a última hora y me daría lo que había sobrado y así poco a poco fuí alimentando a cada vez más niños. No había caprichos, ni golosinas pero si amor, mucho amor.
Hoy esos primeros niños vienen a visitarme y participan en el cuidado y alimentación de otros niños que son como ellos fueron... Niños despojados, que no despojos.